Por: Annisha Gabriela López Hernández
La movilidad humana puede tener distintas motivaciones, distintos objetivos y distintas experiencias acorde a la persona. Sin embargo, podemos reconocer que existen diferencias entre estos, ya que una gran mayoría de las personas en situación de movilidad se encuentran en una posición vulnerable: siendo víctimas de persecuciones políticas, sufrir el riesgo constante de perder la vida, no tener los alimentos suficientes para nutrirse, ropa para vestir o acceso a servicios públicos o vivienda. Por otro lado, una minoría de la población migrante (por lo general regular) cuenta con los recursos suficientes para no preocuparse por su calidad de vida en su país de destino.
Si bien, las condiciones de vida de cada persona migrante tienden a los extremos; podemos decir que sin importar su país de origen o sus condiciones de vida anteriores, al llegar a un nuevo país, todos se integrarán a la cultura local hasta cierto punto. Sin embargo, el proceso de integración social en un nuevo Estado no es fácil y por el contrario se encontrarán con nuevos obstáculos para hallar un punto de equilibrio en su convivencia con la comunidad, de manera que estos se conviertan en parte de la misma y con el paso de las generaciones, influyan en la creación de nueva música, arte, gastronomía, tradiciones e historia de la misma sociedad.
El territorio es una parte indispensable para el desarrollo de una sociedad, y este a su vez, es modificado a lo largo de la historia por sus flujos poblacionales: como ha sucedido desde el establecimiento de la civilización y la vida en conjunto. Y es precisamente el territorio, uno de los elementos más disputados, que genera mayor controversia, en la convivencia de la población local y los flujos poblacionales que influyen en la misma (como los migrantes o los turistas).
Las controversias territoriales pueden ir desde una discusión entre vecinos, manifestaciones públicas, riñas y demandas hasta guerras; que es la forma más grave de disolución de vínculos sociales a un espectro político de gran escala que por lo general, se da cuando la integración entre comunidades es vista como “imposible” o fuera de toda consideración y se opta por la búsqueda de una ocupación total para un reconocimiento “legítimo” de soberanía sobre el mismo suelo. Después de todo, como suele pasar con el pasar de los años: “Los vencedores escriben la historia”.
Hablemos entonces de cómo las Manifestaciones contra el ICE en Estados Unidos, las Manifestaciones contra la Gentrificación en la Ciudad de México y las manifestaciones para la Liberación del Estado de Palestina.
La manifestación es una forma de pronunciación política donde la población se reúne para declarar cómo se han visto vulnerados sus derechos o libertades debido a acciones directas u omisiones de autoridades o personas que ejercen influencia considerable sobre la sociedad; es por medio su unión, participación y formulación de exigencias que la población ejerce su soberanía y poder para generar un cambio en su entorno que afecte los fundamentos del Estado.
Los motivos detrás de cada manifestación son de diversa índole; en Estados Unidos, la deportación y la criminalización de la migración irregular por parte de Trump es una “herramienta” para ejercer su poder e influencia, demostrando su “superioridad” sobre otros países a la vez que se muestra como “el salvador” de la población estadounidense que descarga sus frustraciones, miedos e inseguridades por el futuro político y económico del país en los llamados “enemigos extranjeros” que amenazan la fundación de su país.
En México, aún trabajando toda la vida algunos no pueden costearse una casa y otros nacen con la posibilidad de heredar múltiples inmuebles, pero esto no es algo exclusivo del país, es un problema internacional; sin embargo, ciudadanos de clase media de países primermundistas tienen la oportunidad de mejorar su calidad de vida por la diferencia de tipo de cambio en países en desarrollo como lo es México.
A nivel mundial, se condenan las acciones del primer ministro Israelí de invadir el Estado de Palestina, forzar el desplazamiento de millones de personas, atacar a periodistas en Gaza e impedir el acceso de la población Gazatí a ayuda humanitaria; todo por sus intenciones religiosas y culturales de “recuperar” su territorio y la soberanía sobre el mismo mientras alega razones legítimas como “antisemitismo” y “terroristas”.
Las deportaciones, exigencias de expulsión de “gringos” y los ataques de Hamás tienen en común que buscan PROTEGER su población, su territorio, su seguridad; no obstante, hasta qué punto son válidas sus acciones y hasta qué punto están incitando a la violencia: esa es la diferencia entre las mismas.
Dime, ¿tú también las ves?
